Reproductor

jueves, 18 de febrero de 2016

Capítulo 6 - Sentimientos mutuos

Era incapaz de creer lo que estaban viendo mis ojos. Había pasado tanto tiempo creyendo que jamás volvería a ver su rostro que verla ahí, delante de mí, me resultaba algo abrumador. Mis ojos se habían empapado en lágrimas, algunas de las cuales caían ya con fragilidad por mis mejillas. Mis piernas temblaban y sentía que solo conseguían sostenerme en pie a duras penas. Yo me acerqué con paso lento hacia ella, alzando la mano con lentitud para acariciar su mejilla mientras ella parecía sonreír también emocionada por el reencuentro.

-Pensé que habías muerto, Ris-conseguí decir al final con la voz quebrada.

-Era necesario que lo pensaras para sacar a la luz todas tus dudas-dijo desdibujando su sonrisa, convirtiéndola ahora en una mueca de compasión.

-¿Significa eso que me has estado utilizando todos estos meses?-pregunté sorprendido al descubrir que todo aquello formaba parte de un plan que aún desconocía.

-Lo siento-dijo separándose de mí con la cabeza gacha y cogiéndose el brazo izquierdo con su mano derecha-. No era mi intención, pero así estaba escrito que debía suceder. Yo no quería mentirte ni hacerte sufrir, Celadias. Debes creerme-concluyó mirándome a los ojos, con los ojos llorosos.

Me sentía engañado y ya no sabía qué creer de todo lo que había estado pasando. Todo lo que había vivido en aquellos meses se trataba de una estratagema para, según parecía, convencerme de unirme a los rebeldes. O eso me daba a entender el hecho de que necesitase mentirme para, según dijo, sacar a la luz todas mis dudas. Mis sentimientos se habían vuelto contradictorios en cuestión de segundos. Me alegraba saber que al final no había muerto, me sentía feliz de haber vuelto a reencontrarme con ella después de tanto tiempo, y no podía enfadarme con ella después de todo, pero no podía evitar sentirme utilizado, engañado y traicionado por la persona por quien lloré durante largos días enteros.

-Por favor, Celadias, perdóname-volvió a disculparse, implorando mi perdón-, pero no tenía otra elección. Quién sabe lo que hubiese pasado si tú no hubieses dudado del imperio. Seguramente jamás habrías accedido a descubrir la verdad, y mucho menos te hubieses planteado jamás unirte a la resistencia.

-¿Son ellos quienes te convencieron para que guardaras silencio?-pregunté empezando a sentir ira en mi interior-. ¿Acaso fueron ellos los que arrasaron la aldea?

-Eh, Celadias-intervino Trent, cogiéndome del brazo.

-¡Contéstame!-alcé la voz furioso mientras soltaba mi brazo de un tirón, sin apartar la mirada de Ris.

-¡Sabes que no, que jamás utilizarían una trampa tan sucia!-contestó Ris, cuyo cuerpo empezaba a temblar. Fue una lágrima suya que resbalaba por su mejilla la que hizo darme cuenta de cómo estaba comportándome con ella-. Por favor, créeme...

-Te creo-dije finalmente al cabo de unos segundos, cuando conseguí volver a sosegarme. De nuevo, conduje mi mano hacia su mejilla para acariciarla, esta vez secando la lágrima que había escapado de sus ojos, aunque no me atrevía a mirarla a los ojos-. Perdóname, todo está siendo tan confuso y ha ocurrido tan rápido...

-No te preocupes-contestó Ris, restándole importancia, mientras se pegaba a mi cuerpo para abrazarme. Yo correspondí abrazándola con un brazo a la altura de la espalda y otro tras su nuca-. Ya no recordaba ni cómo olías...

Su último comentario, aunque alentador, me sobresaltó, pero no le di más importancia y me quedé un rato abrazándola. Hasta que Trent interrumpió nuestro silencio.

-Si no os importa, recordad que hemos venido con un objetivo y que no tardará mucho en anochecer. Deberíamos ponernos en marcha.

-Sí, disculpadme por entreteneros-dijo Ris, separándose de mí mientras recobraba la compostura-. He concertado una cita con el dirigente antrano en las sombras, así que mañana podremos hablar entre los cuatro para contaros todo lo que ha pasado en Antran desde el fin de la guerra que sepáis de primera mano la situación de la ciudad. Esta noche dormiremos a salvo en el palacio.

Conformes con la propuesta de Ris, aceptamos pasar la noche en el palacio. Como era de esperar, había habilitado una habitación con un par de camastros. Al preguntarle dónde dormiría ella, me sorprendió contestando que ambos dormiríamos juntos, como en los viejos tiempos. Aunque fue una contestación chocante, debo reconocer que me gustó la idea de volver a compartir lecho a su lado. Aunque aquella noche no dormimos demasiado.

A media noche me desperté sintiendo movimiento sobre el camastro y descubrí a Ris poniéndose en pie y caminando hacia el exterior, tratando de no hacer ningún ruido. Preocupado por ella, decidí seguirla y comprobar hacia dónde se dirigía. Y, para mi sorpresa, salió en camisón y descalza hacia el exterior del palacio, más precisamente al exterior de la ciudadela. Aquel comportamiento extraño me llamó la atención y seguí su rastro hasta llegar a la base de los restos de la columna derruida junto a la entrada de la ciudad. Entonces se detuvo, justo en el centro, contemplando el cielo.

-Es increíble el cielo-dijo en voz alta. Al principio pensé que solo era un pensamiento suyo, pero, cuando se giró para mirarme, me di cuenta de que su comentario iba dirigido hacia mí-. Es increíble cómo el cielo puede hacer que este lugar sea mágico, a pesar de su estado.

-¿Cómo sabías que estaba aquí?-pregunté confuso, viendo cómo se acercaba a mí.

-Confiaba en que vendrías conmigo. Quería que vinieras hasta aquí para mostrarte esto.

-¿Y por qué no me lo pediste?

-Quería ver cuánto te preocupabas por mí-respondió con una breve e inocente risa, algo maliciosa. Cogiéndome de la mano, tiró de mí para conducirme al centro de la base-. Este lugar hace que me olvide de todos los pensamientos tristes que tengo. Cada noche es como si la magia envolviera esta enorme roca y me hiciera ser feliz en mitad de tanta tristeza. Podría estar la noche entera contemplando las estrellas brillar y viendo cómo la luna recorre todo el firmamento-confesó cuando nos detuvimos y se puso a observar nuevamente el cielo-. ¿No sientes tú lo mismo?

Alcé la vista al cielo y observé cada uno de los diminutos puntos iluminando el oscuro manto que se ceñía sobre nosotros. La luna, imparable, iba desde una punta a otra con extrema lentitud, tanta que apenas se percibía su movimiento. Contemplando nuestro alrededor, algunas luciérnagas salían a pasear por la amplia llanura. Daban la sensación de que las estrellas hubiesen bajado hasta la superficie para aportarnos luz a nosotros. Tenía razón, aquello parecía mágico. Ver algo bello en un lugar desolado solo podía ser posible gracias a la magia.

-Sí, siento lo mismo-reconocí en respuesta a su pregunta. Pero sabía que había algo más que me hacía sentirlo así, y pronto sabría también que ella sentía exactamente lo mismo que yo.

-He venido aquí muchas noches desde que me refugié en las ruinas de Antran, pero ninguna noche se asemejaba a esta-confesó, apretando suavemente mi mano-. Eso es porque estás tú conmigo-añadió mirándome a los ojos con una amplia sonrisa-. Al final, después de tanto tiempo, cumpliste tu promesa-concluyó en un susurro, apoyando su cabeza en mi brazo.

-Nunca he olvidado lo que te prometí, y juré vengarme por lo que te habían hecho. Pero...-hice una pausa en ese momento cogiendo una bocanada de aire-, pensé que estabas muerta.

-Lo siento, Celadias-se disculpó otra vez, con un tono más triste que con el que había estado hablando hasta ese momento.

-No te culpo, ahora veo por qué te ocultaste-contesté sonriendo-. Además, agradezco que lo hicieras. Así nuestro reencuentro ha sido más especial-reconocí mirándola a los ojos cuando ella se separó un poco de mí para mirarme también. Pude ver cómo se iluminaba su mirada en ese momento y volvía a dibujar esa sonrisa con la que había soñado tantas noches.

Como si el tiempo se hubiese parado, nos quedamos mirándonos a los ojos durante unos largos segundos, aunque no me hubiese importado prolongarlo más. Fue Ris quien separó su mirada de la mía y la condujo al horizonte, donde se podía ver la estatua alzándose desde los restos de la columna, creando una visión hermosa y triste al mismo tiempo, cuyo gesto parecía ahora que suplicaba compasión, y, al fondo, el monte que atravesamos para llegar hasta Antran.

-He visto que llevas un trozo de tela atado en el brazo-comentó, rompiendo el silencio que se había creado entre nosotros durante más tiempo del que creí-. ¿Se trata de tu promesa?

-Esto fue lo único que encontré entre los restos de la aldea. Sabía que se trataba de tu camisón, así que lo llevé siempre conmigo.

-¿Por qué es tan importante para ti?-preguntó, devolviéndome a las dudas que había logrado olvidar acerca de mis sentimientos hacia ella. Dudas que jamás logré resolver.

-Supongo que porque vi algo especial en ti desde el día en que te conocí-confesé-. He estado mucho tiempo pensando en eso, en el poco tiempo que estuvimos juntos y en cómo me has marcado tan rápidamente. Tu historia, tu forma de ser, tu espíritu... hacen de ti una persona única y exclusiva en todo el mundo. Eres una persona especial y, aunque jamás he conseguido explicarme por qué, siento algo por ti-tras la confesión suspiré de alivio, sentía que me había quitado un gran peso de encima. Había pasado mucho tiempo reflexionando acerca de mis sentimientos hacia ella, y, definitivamente, había hecho falta encontrarme con ella y descubrir que estaba viva para darme cuenta de que no quería separarme de ella nunca jamás-. Sí, ahora estoy seguro de que siento algo por ti-concluí sonriendo.

-¿Amor, quieres decir?-preguntó con cierta inseguridad.


Y solo esperó a que asintiera con la cabeza para pegarse a mí y dejar un beso en mis labios. Un beso cálido que me sorprendió al principio y que me hizo cerrar los ojos después. Un beso lleno de amor que consiguió borrar de mi cabeza todo pensamiento negativo, olvidarme de dónde estábamos para, únicamente, disfrutar de aquel momento. Un beso que llevaba tiempo deseando y que jamás pensé que llegaría a recibir. Un beso que prolongamos durante varios segundos, sin que ninguno de los dos tuviera la intención de separarse del otro. Un beso único e irrepetible por el significado que traía consigo, por el reencuentro inesperado y por el sentimiento mutuo que profesábamos el uno por el otro. Un beso que, aunque quisiera, jamás conseguiría olvidar. Y algo dentro de mí me decía que ese no sería el último beso que compartiríamos ella y yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario