Era incapaz de
creer lo que estaban viendo mis ojos. Había pasado tanto tiempo creyendo que
jamás volvería a ver su rostro que verla ahí, delante de mí, me resultaba algo
abrumador. Mis ojos se habían empapado en lágrimas, algunas de las cuales caían
ya con fragilidad por mis mejillas. Mis piernas temblaban y sentía que solo
conseguían sostenerme en pie a duras penas. Yo me acerqué con paso lento hacia
ella, alzando la mano con lentitud para acariciar su mejilla mientras ella
parecía sonreír también emocionada por el reencuentro.
-Pensé que habías
muerto, Ris-conseguí decir al final con la voz quebrada.
-Era necesario que
lo pensaras para sacar a la luz todas tus dudas-dijo desdibujando su sonrisa,
convirtiéndola ahora en una mueca de compasión.
-¿Significa eso que
me has estado utilizando todos estos meses?-pregunté sorprendido al descubrir
que todo aquello formaba parte de un plan que aún desconocía.
-Lo siento-dijo
separándose de mí con la cabeza gacha y cogiéndose el brazo izquierdo con su
mano derecha-. No era mi intención, pero así estaba escrito que debía suceder.
Yo no quería mentirte ni hacerte sufrir, Celadias. Debes creerme-concluyó
mirándome a los ojos, con los ojos llorosos.
Me sentía engañado
y ya no sabía qué creer de todo lo que había estado pasando. Todo lo que había
vivido en aquellos meses se trataba de una estratagema para, según parecía,
convencerme de unirme a los rebeldes. O eso me daba a entender el hecho de que
necesitase mentirme para, según dijo, sacar a la luz todas mis dudas. Mis
sentimientos se habían vuelto contradictorios en cuestión de segundos. Me
alegraba saber que al final no había muerto, me sentía feliz de haber vuelto a
reencontrarme con ella después de tanto tiempo, y no podía enfadarme con ella
después de todo, pero no podía evitar sentirme utilizado, engañado y
traicionado por la persona por quien lloré durante largos días enteros.
-Por favor,
Celadias, perdóname-volvió a disculparse, implorando mi perdón-, pero no tenía
otra elección. Quién sabe lo que hubiese pasado si tú no hubieses dudado del
imperio. Seguramente jamás habrías accedido a descubrir la verdad, y mucho
menos te hubieses planteado jamás unirte a la resistencia.
-¿Son ellos quienes
te convencieron para que guardaras silencio?-pregunté empezando a sentir ira en
mi interior-. ¿Acaso fueron ellos los que arrasaron la aldea?
-Eh,
Celadias-intervino Trent, cogiéndome del brazo.
-¡Contéstame!-alcé
la voz furioso mientras soltaba mi brazo de un tirón, sin apartar la mirada de
Ris.
-¡Sabes que no, que
jamás utilizarían una trampa tan sucia!-contestó Ris, cuyo cuerpo empezaba a
temblar. Fue una lágrima suya que resbalaba por su mejilla la que hizo darme
cuenta de cómo estaba comportándome con ella-. Por favor, créeme...
-Te creo-dije
finalmente al cabo de unos segundos, cuando conseguí volver a sosegarme. De
nuevo, conduje mi mano hacia su mejilla para acariciarla, esta vez secando la
lágrima que había escapado de sus ojos, aunque no me atrevía a mirarla a los
ojos-. Perdóname, todo está siendo tan confuso y ha ocurrido tan rápido...
-No te
preocupes-contestó Ris, restándole importancia, mientras se pegaba a mi cuerpo
para abrazarme. Yo correspondí abrazándola con un brazo a la altura de la
espalda y otro tras su nuca-. Ya no recordaba ni cómo olías...
Su último
comentario, aunque alentador, me sobresaltó, pero no le di más importancia y me
quedé un rato abrazándola. Hasta que Trent interrumpió nuestro silencio.
-Si no os importa,
recordad que hemos venido con un objetivo y que no tardará mucho en anochecer.
Deberíamos ponernos en marcha.
-Sí, disculpadme
por entreteneros-dijo Ris, separándose de mí mientras recobraba la compostura-.
He concertado una cita con el dirigente antrano en las sombras, así que mañana
podremos hablar entre los cuatro para contaros todo lo que ha pasado en Antran
desde el fin de la guerra que sepáis de primera mano la situación de la ciudad.
Esta noche dormiremos a salvo en el palacio.
Conformes con la
propuesta de Ris, aceptamos pasar la noche en el palacio. Como era de esperar, había
habilitado una habitación con un par de camastros. Al preguntarle dónde
dormiría ella, me sorprendió contestando que ambos dormiríamos juntos, como en
los viejos tiempos. Aunque fue una contestación chocante, debo reconocer que me
gustó la idea de volver a compartir lecho a su lado. Aunque aquella noche no
dormimos demasiado.
A media noche me
desperté sintiendo movimiento sobre el camastro y descubrí a Ris poniéndose en
pie y caminando hacia el exterior, tratando de no hacer ningún ruido.
Preocupado por ella, decidí seguirla y comprobar hacia dónde se dirigía. Y,
para mi sorpresa, salió en camisón y descalza hacia el exterior del palacio,
más precisamente al exterior de la ciudadela. Aquel comportamiento extraño me
llamó la atención y seguí su rastro hasta llegar a la base de los restos de la
columna derruida junto a la entrada de la ciudad. Entonces se detuvo, justo en
el centro, contemplando el cielo.
-Es increíble el
cielo-dijo en voz alta. Al principio pensé que solo era un pensamiento suyo,
pero, cuando se giró para mirarme, me di cuenta de que su comentario iba
dirigido hacia mí-. Es increíble cómo el cielo puede hacer que este lugar sea
mágico, a pesar de su estado.
-¿Cómo sabías que
estaba aquí?-pregunté confuso, viendo cómo se acercaba a mí.
-Confiaba en que
vendrías conmigo. Quería que vinieras hasta aquí para mostrarte esto.
-¿Y por qué no me
lo pediste?
-Quería ver cuánto
te preocupabas por mí-respondió con una breve e inocente risa, algo maliciosa.
Cogiéndome de la mano, tiró de mí para conducirme al centro de la base-. Este
lugar hace que me olvide de todos los pensamientos tristes que tengo. Cada
noche es como si la magia envolviera esta enorme roca y me hiciera ser feliz en
mitad de tanta tristeza. Podría estar la noche entera contemplando las
estrellas brillar y viendo cómo la luna recorre todo el firmamento-confesó
cuando nos detuvimos y se puso a observar nuevamente el cielo-. ¿No sientes tú
lo mismo?
Alcé la vista al
cielo y observé cada uno de los diminutos puntos iluminando el oscuro manto que
se ceñía sobre nosotros. La luna, imparable, iba desde una punta a otra con
extrema lentitud, tanta que apenas se percibía su movimiento. Contemplando
nuestro alrededor, algunas luciérnagas salían a pasear por la amplia llanura.
Daban la sensación de que las estrellas hubiesen bajado hasta la superficie
para aportarnos luz a nosotros. Tenía razón, aquello parecía mágico. Ver algo
bello en un lugar desolado solo podía ser posible gracias a la magia.
-Sí, siento lo
mismo-reconocí en respuesta a su pregunta. Pero sabía que había algo más que me
hacía sentirlo así, y pronto sabría también que ella sentía exactamente lo
mismo que yo.
-He venido aquí
muchas noches desde que me refugié en las ruinas de Antran, pero ninguna noche
se asemejaba a esta-confesó, apretando suavemente mi mano-. Eso es porque estás
tú conmigo-añadió mirándome a los ojos con una amplia sonrisa-. Al final,
después de tanto tiempo, cumpliste tu promesa-concluyó en un susurro, apoyando
su cabeza en mi brazo.
-Nunca he olvidado
lo que te prometí, y juré vengarme por lo que te habían hecho. Pero...-hice una
pausa en ese momento cogiendo una bocanada de aire-, pensé que estabas muerta.
-Lo siento,
Celadias-se disculpó otra vez, con un tono más triste que con el que había
estado hablando hasta ese momento.
-No te culpo, ahora
veo por qué te ocultaste-contesté sonriendo-. Además, agradezco que lo
hicieras. Así nuestro reencuentro ha sido más especial-reconocí mirándola a los
ojos cuando ella se separó un poco de mí para mirarme también. Pude ver cómo se
iluminaba su mirada en ese momento y volvía a dibujar esa sonrisa con la que
había soñado tantas noches.
Como si el tiempo
se hubiese parado, nos quedamos mirándonos a los ojos durante unos largos
segundos, aunque no me hubiese importado prolongarlo más. Fue Ris quien separó
su mirada de la mía y la condujo al horizonte, donde se podía ver la estatua
alzándose desde los restos de la columna, creando una visión hermosa y triste
al mismo tiempo, cuyo gesto parecía ahora que suplicaba compasión, y, al fondo,
el monte que atravesamos para llegar hasta Antran.
-He visto que
llevas un trozo de tela atado en el brazo-comentó, rompiendo el silencio que se
había creado entre nosotros durante más tiempo del que creí-. ¿Se trata de tu
promesa?
-Esto fue lo único
que encontré entre los restos de la aldea. Sabía que se trataba de tu camisón,
así que lo llevé siempre conmigo.
-¿Por qué es tan
importante para ti?-preguntó, devolviéndome a las dudas que había logrado
olvidar acerca de mis sentimientos hacia ella. Dudas que jamás logré resolver.
-Supongo que porque
vi algo especial en ti desde el día en que te conocí-confesé-. He estado mucho
tiempo pensando en eso, en el poco tiempo que estuvimos juntos y en cómo me has
marcado tan rápidamente. Tu historia, tu forma de ser, tu espíritu... hacen de
ti una persona única y exclusiva en todo el mundo. Eres una persona especial y,
aunque jamás he conseguido explicarme por qué, siento algo por ti-tras la
confesión suspiré de alivio, sentía que me había quitado un gran peso de
encima. Había pasado mucho tiempo reflexionando acerca de mis sentimientos
hacia ella, y, definitivamente, había hecho falta encontrarme con ella y
descubrir que estaba viva para darme cuenta de que no quería separarme de ella
nunca jamás-. Sí, ahora estoy seguro de que siento algo por ti-concluí
sonriendo.
-¿Amor, quieres
decir?-preguntó con cierta inseguridad.
Y solo esperó a que
asintiera con la cabeza para pegarse a mí y dejar un beso en mis labios. Un
beso cálido que me sorprendió al principio y que me hizo cerrar los ojos
después. Un beso lleno de amor que consiguió borrar de mi cabeza todo
pensamiento negativo, olvidarme de dónde estábamos para, únicamente, disfrutar
de aquel momento. Un beso que llevaba tiempo deseando y que jamás pensé que
llegaría a recibir. Un beso que prolongamos durante varios segundos, sin que
ninguno de los dos tuviera la intención de separarse del otro. Un beso único e
irrepetible por el significado que traía consigo, por el reencuentro inesperado
y por el sentimiento mutuo que profesábamos el uno por el otro. Un beso que,
aunque quisiera, jamás conseguiría olvidar. Y algo dentro de mí me decía que
ese no sería el último beso que compartiríamos ella y yo.