Aquel guardia dijo
que la voz de la persona que le había entregado la carta para mí era la de una
chica, dulce e inocente por su tono y por la forma en la que le habló. Entonces
era normal que pensase que quien me había citado aquella noche con tanto secretismo
fuese una chica. En cambio, la voz, además de ser una voz masculina, me
resultaba demasiado familiar. Aunque no se trataba de Trent, de quien sospeché
en primer lugar al recibir la carta, antes de investigar. Todo se estaba
volviendo cada vez más raro, y sentía el impulso de irme de ahí cuanto antes.
Pero la intriga me estaba matando por dentro y necesitaba saber por qué él,
precisamente él, quería hablar conmigo después de tanto tiempo y por qué era
tan importante aquello que tenía que decirme para volverlo todo tan misterioso.
-Artrio, ¿qué estás
haciendo aquí?-le pregunté una vez se acercó más hacia donde yo estaba,
permitiéndome distinguir su rostro y sus ropajes negros.
-¿Te ha seguido
alguien?-me devolvió la pregunta. Aquello me molestó bastante, pero me limité a
responderle negando con la cabeza-. Siento causarte tantos inconvenientes,
Celadias.
-¿Por qué tanto
misterio? ¿A qué diantres viene ocultarse tanto?
-Ya sabes que estoy
de parte de la resistencia. Ya no puedo arriesgarme a ser reconocido por la
calle.
-¿Crees que te he
delatado?-pregunté molesto e indignado-. Somos amigos desde hace años. Que
estés en un bando o en otro no va a cambiar nada entre nosotros.
-Trent me ha
hablado acerca de tus dudas-dijo con seriedad-. Aunque supongo que en el fondo,
esas palabras son las que sientes de verdad.
-Si no fuese así,
jamás lo habría dicho. Ahora respóndeme: Si estás corriendo tanto riesgo, ¿por
qué has venido hasta aquí para reunirte conmigo?
-Como te dije,
Trent me ha comentado algo sobre que dudas si hiciste bien en alistarte en el
ejército y que estás pensando en rebelarte contra el emperador-en ese momento
hizo una pausa, como si esperase que fuese a decir algo, pero me mantuve en
silencio, esperando a que siguiera con su explicación-. No voy a ser yo quien
te diga que sigas en el ejército. Sería muy cínico por mi parte animarte a ser
mi enemigo. Pero tampoco voy a ser quien te lleve hasta la resistencia y te
inste a unirte a nosotros.
-¿Por qué?
-Porque te estás
moviendo solamente por venganza, Celadias-respondió posando sus manos sobre mis
hombros-. Mírate, has estado peleando y combatiendo durante casi un año, y
nunca te has planteado si lo que estabas haciendo era lo correcto. Hasta que no
os ordenaron la operación donde murió Ris no te planteaste en ningún momento
desertar del ejército. Y eso no es rebeldía, Celadias. Eso es sed de venganza.
Nosotros jamás lucharemos por una venganza personal. Luchamos con unos ideales
en común que nos hace estar unidos y organizados para seguir combatiendo todos
juntos por una misma causa.
-¿Liberar
Arstacia?-pregunté con arrogancia, interrumpiéndole-. Aquí no hay nada que
liberar, vivimos en libertad.
-No seas iluso,
Celadias. Abre los ojos-contestó Artrio, soltando un suspiro mientras se alejaba
un par de pasos de mí-. Yo no soy la persona más adecuada para hablar contigo
sobre la ideología y la lucha de la resistencia. Por eso creo que es mejor que
lo veas por ti mismo.
-¿Y por qué has
venido entonces?-volví a preguntar, esperando que fuese directo en su
respuesta.
-Para darte una
pista que pueda encauzar tu camino y advertirte de los peligros que puede
acarrear si decides seguir investigando-en ese momento me entregó un trozo de
pergamino doblado por la mitad dos veces-. No lo abras hasta llegar a tu casa.
-¿Qué hay escrito
en él?-pregunté esperando que tuviera la cortesía de responderme.
-Lo que quiero
decirte y no puedo por falta de tiempo-dijo algo apresurado. Entonces me di
cuenta de que la luna ya no estaba en lo más alto de la bóveda y que su luz se
había desplazado, formando ahora una elipse en el suelo. Comprendí que debía
marcharse rápido y que no podía retenerle más tiempo si quería que se
mantuviera a salvo todavía, por lo que solamente cogí el manuscrito y lo guardé
en la alforja.
-Volveremos a
vernos, Artrio.
-Ten mucho cuidado,
Celadias.
Ambos nos fundimos
en un abrazo durante unos largos instantes, aunque para mí no fue tiempo
suficiente para olvidar la discusión que tuvimos la última vez que nos vimos,
cuando le culpé de todo lo que había pasado. A pesar de cómo nos despedimos
aquel día, él había confiado en mí todo ese tiempo, y se había puesto en
peligro para venir a verme y entregarme aquel mensaje, cuyo contenido
desconocía pero que debía ser importante para necesitar dármelo en mano. Quise
disculparme por cómo me había portado con él a pesar de todo lo que estaba
confiando en mí, pero no salieron palabras de mí boca. En su lugar, solo me
separé de él y le dejé marchar mientras todavía tenía tiempo para abandonar la
ciudad en el amparo de la noche. Él tampoco dijo nada, pero sabía, por su
mirada, que también esperaba que volviéramos a vernos pronto.
Le vi fundirse con
las sombras, desapareciendo de mi mirada y dejando, como único rastro suyo, el
eco de sus pisadas marchándose. Me quedé durante unos segundos quieto y en
silencio, esperando a que dejase de resonar sus pasos. Cuando tuve la certeza
de que ya se había marchado, me puse en marcha yo también para regresar a casa,
donde, con la luz de una vela, abrí el mensaje que me había dado dentro de mi
habitación. Reconocí que la había escrito él mismo de su puño y letra, sin
intermediarios esta vez. Y, aunque debo reconocer que seguía intrigado por
saber quién era la persona que le entregó la carta al guardia, dejé de lado aquella
incógnita para centrarme en el mensaje que Artrio quería que me llegara de
verdad.
Conozco tus dudas y, aunque no puedo negar que me guste
la idea de que combatas junto a nosotros por nuestra causa, quiero que seas tú
quien tome la decisión. Elijas lo que elijas, no te lo reprocharé, eres libre
de hacer lo que creas correcto. Pero sé que estás buscando una razón por la que
rebelarte; una que vaya más allá de la venganza personal. Por eso te insto a
que vayas al lugar donde empezó todo y comprendas por ti mismo la gravedad del
asunto. Solo así serás capaz de tomar una decisión.
Pero, si decides seguir la pista que te he dado, he de
advertirte, no obstante, que correrás un grave peligro. A estas alturas sabrás
que el imperio guarda muchos secretos, y lo que ahí se esconde es algo que ellos
nunca permitirán que salga a la luz. Si decides adentrarte en esta empresa,
deberás ser muy cuidadoso con cada paso que des y vigilar bien tus espaldas.
Esto podría ser el comienzo de algo nuevo, Celadias, y es
algo muy serio. Por favor, ten mucho cuidado. Entenderé que decidas no ir en
caso de que veas que es demasiado arriesgado o no confíes en lo que te digo.
Destruye esta carta y asegúrate de que nadie más la lea.
Un saludo, Artrio.
Cuando terminé de
leer la carta de Artrio hice que lo me pidió y acerqué una de las esquinas del
pergamino a la pequeña llama de la vela. Me quedé un rato contemplado cómo el
fuego se propagaba por el papel y comenzaba a consumirlo, destruyendo el
mensaje que había en él y dejando nada más que un poco de ceniza, mientras
pensaba en lo que me había pedido que hiciera. Me estaba llamando a unirme a
los rebeldes para combatir a su lado y, para ello, me pedía que fuese a "donde
empezó todo" sin saber todavía cuál era ese sitio para que viera por mis
propios ojos algo que me hiciera tomar la decisión. Lo único que sabía es que
guardaba un secreto que él no quiso revelarme. Me preguntaba entonces cuál
podría ser ese secreto que fuese tan importante como para que tuviera que ir
por mí mismo a buscarlo y por qué podría ser el comienzo de algo nuevo.
Sabía que aquello
podría ser peligroso, y que, muy posiblemente, no podría dar marcha atrás una
vez me adentrase a descubrir aquel misterio, pero necesitaba saber qué era lo
que ocultaba el imperio con tanto recelo. Quizá así mi mente podría aclararse y
decantarse por uno de los dos caminos que se abrían ante mí: la rebeldía o la
lealtad. ¿Y si era eso a lo que se refería con el comienzo de algo nuevo? Él
parecía estar muy seguro de sus palabras, y sabía que no se iba a arriesgar a
tanto por nada. Sabía que algo grande había en ese sitio, y que terminaría de
convencerme para unirme a la rebelión. Pero, ¿cómo podía estar seguro de ello?
¿Cuál era el lugar donde empezó todo? ¿Y qué era lo que tenía que buscar?
Demasiadas preguntas y ni una sola respuesta...
La carta terminó de
consumirse y yo empezaba a encontrarme cada vez más cansado. Darle vueltas a
aquel mensaje y a aquellas cuestiones no haría más que dejarme aun más exhausto
todavía, y la noche estaba próxima a acabarse para dejar paso a un nuevo día.
Necesitaba dormir y descansar para poder pensar con más calma al día siguiente.
Al menos ahora tenía una pista, que ya era más que lo que tenía el día
anterior. Solo me quedaba saber a dónde debía dirigirme y, sobre todo, tener
mucho cuidado con lo que estaba a punto de hacer.
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